La odisea de entrenar en Boston para el Maratón

La odisea de entrenar en Boston para el Maratón

BOSTON - ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!", es el perturbador sonido que hacen los corredores cuando entrenan al aire libre para el Maratón de Boston y muerden el polvo, señaló Becca Pizzi. O mejor dicho, muerden la nieve.

"Estaba corriendo en Heartbreak Hill y la gente se caía con tanta fuerza que no podían levantarse. Una oye esos `¡bam!' y teme que se hayan roto algo", comentó Pizzi, de 34 años. Esta propietaria de un centro de día está teniendo problemas para ponerse en forma para su 15ta participación en la carrera de Boston.

Correr 26,2 millas (42 kilómetros) requiere resistencia, pero 8 pies y medio (2,5 metros) de nieve y un montón de traicioneras placas de hielo están poniendo a prueba a los atletas de este año de modos nuevos y frustrantes.

Quedan menos de dos meses para la carrera, y el incansable invierno ha relegado a algunos participantes a correr a cubierto, en el sótano de casa o en gimnasios, mientras vuelve locos a los que salen al aire libre.

Una de las ventiscas que golpearon la ciudad en rápida sucesión obligó a la Asociación Atlética de Boston, que administra la maratón más conocida de Estados Unidos, a cancelar un consultorio de entrenamiento. Y aunque lo peor del invierno parece haber quedado atrás, sólo quedan 48 días para el 20 de abril, cuando se celebra la 119na edición de la carrera.

Eso no es mucho tiempo para aclimatar piernas y pulmones. Y muchas calles y veredas siguen resbaladizas, complicando y haciendo peligroso compartir unas carreteras más estrechas de lo normal con los conductores para cubrir los recorridos de 20 millas habituales del entrenamiento para maratón.

"Estoy harto de resbalarme en la nieve y el hielo", dijo Peter Horning, de 30 años, un farmacéutico que vive en el Chinatown de Boston. "Es mucho peor que correr en arena de playa. Es agotador. Cada tres pasos cuentan por siete".

En el maratón correrán 30.000 personas de 90 países, con los 50 estados representados y más de 4.800 personas sólo de Massachusetts.

Motivados por un deseo de mejorar su marca personal o recaudar fondos para la beneficencia, hacen lo que pueden para enfrentarse a los elementos o encontrar alternativas creativas de entrenamiento.

Algunos, como Eric Bergen, del Greater Boston Track Club, han recurrido a correr sólo en casa en una pista o una cinta. "No he salido para una sola carrera en cinco semanas", gruñó.

Muchos corredores desprecian las cintas de correr. Sus ventajas son evidentes: no hay tráfico ni clima con el que lidiar, los corredores pueden ir tan deprisa como quieran con un suelo firme y los sudorosos entrenamientos de interior pueden ser una buena preparación si el día de la carrera es especialmente cálido.

Pero también hay desventajas: correr sin objetivo en el mismo sitio, milla tras milla durante tres horas sobre una cinta que no se parece al accidentado asfalto de Boston ni a las exigentes cuestas de la ruta.

Pese a las duras condiciones, Kevin Cordaro, de Whitman, un investigador de cardiología que tiene como objetivo hacer el maratón en 2 horas y 45 minutos, logró correr 80 millas la semana pasada. Pero 56 fueron al aire libre, de noche, en una pista de media milla de su barrio para evitar coches y máquinas quitanieves.

Eso son 112 vueltas, sólo ligeramente más interesante que correr en una cinta. Cordaro, de 25 años, se aburre tanto que escucha podcasts mientras corre.

Para correr fuera y evitar caídas, algunos utilizan zapatillas con tacos o dispositivos colocados sobre las suelas para ganar tracción.

Gary Circosta aprendió por las malas lo letal que puede ser el invierno.

Poco después de Acción de Gracias, el dentista de 67 años, que entrena para su 16to maratón de Boston, se cayó en una placa de hielo cerca de su casa en el centro de Massachusetts. Dos costillas rotas le perforaron un pulmón, otra abrió un agujero en su diafragma. Terminó recibiendo cirugía de urgencia por choque séptico y estuvo cerca de no sobrevivir. Sigue decidido a llegar a tiempo de participar.

El maratón es una cuestión de resistencia mental tanto como física, y corredores como Anthony Walsh, de Dublín, Irlanda, no sólo soportan el frío y la nieve, sino que la aceptan como reto.

La semana pasada, el investigador de cáncer en la Facultad de Medicina de Harvard corrió 24 millas en el circuito de Boston en pantalón corto y remera.

"Ha sido motivador tener la nieve con la que luchar", dijo Walsh, de 31 años y que aspira a batir su marca personal de 2:36.

"La gente de Boston es increíblemente alentadora", dijo. "Lo peor que gritan es `Está loco', pero lo dicen con una sonrisa. Los bostonianos comprender la carrera, aunque no sean corredores".

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